10 octubre 2013

El cuento del dinero


Érase una vez un billete usado. Su papel estaba doblado y redoblado, y tenía algún borde roto, pero en general no se conservaba mal. Había pasado por miles de carteras de todas las formas imaginables. Una vez estuvo dentro de una con forma de hamburguesa, eso le hizo reír un montón. Se imaginaba que era la lechuga que acompaña a la carne. Pero su felicidad no duró mucho porque enseguida cambió de dueño. No le molestó, ya estaba acostumbrado. “Ser moneda de cambio es lo que tiene”, se decía. Y se consolaba pensando: “Por lo menos es mejor que estar encerrado en una hucha, o debajo de un colchón. ¡Menudo agobio!”.

Todos los días le cambiaban varias veces y le usaban para comprar muchas cosas, aunque le gustaban unas más que otras. Por ejemplo, le encantaba cuando con él compraban pan recién hecho, un sombrero bonito o algún souvenir, aunque fuese de los cutres. Le hacía ilusión pensar que, gracias a él, alguien iba a tener un recuerdo de un lugar lejano. El caso es que siempre iba de mano en mano, y sentía que valía tanto como la siguiente mercancía que adquiriese su dueño.

Hasta que un día sucedió algo que nunca podía haberse imaginado. Alguien lo usó para algo distinto, no para comprar nada, ni para ser ahorrado. Esa persona lo usó para contar una historia. Agarró un rotulador y escribió sobre él un cuento, uno muy corto. Después, simplemente, volvió a ponerlo en circulación, pero ya nada volvió a ser igual. A partir de entonces la gente se sorprendía, le miraba perpleja y sonreía. Seguían comprando cosas con él, seguía pasando de mano en mano, pero ahora valía mucho más que antes porque portaba un cuento que causaba alegría. Una alegría que no se compra con dinero.







Este cuento está inspirado por los geniales Cuentos Re-Cortos de Federico Ignacio. Un creativo argentino que harto de no tener dinero para publicar sus cuentos, publica sus cuentos en el dinero. Si quieres uno, mándale un billete y él te lo devolverá con un cuento. Solo con una condición: que lo inviertas en un fin social. Bien puede ser una ONG o pagar a un músico callejero.

¡Qué gran proyecto! ¡Enhorabuena Federico!

Me topé con él aquí.

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