Hubo un momento en el que éramos
todos iguales. No había ideologías, ni prejuicios, ni diferencias entre
personas. Daba lo mismo tu aspecto, tu clase social, tu forma de vestir, tu
forma de hablar o tu lugar de procedencia. Porque entonces solo importaba una
cosa: a qué sabías jugar.
El juego lo era todo y
servía para todo. Aprender, divertirse, relacionarse, explorar el mundo y
descubrir lo que querías ser de mayor; todo lo hacías de la misma manera. ¡Qué
sencillo era entonces!
Y esto es así en cualquier
parte del mundo. Vayas donde vayas verás a los niños jugando, siempre que los
mayores no les obliguen a hacer otra cosa claro. Y cuando preguntas a un niño
cuáles son sus posesiones más preciadas la respuesta es obvia, sus juguetes
favoritos.
Estas preciosas imágenes
son de Gabriele Galimberti, un fotógrafo que se ha encargado de mostrarnos a
niños de todo el mundo posando con sus juguetes. Un proyecto muy interesante
del que se pueden extraer conclusiones de todo tipo.
Lo vi aquí.
Por cierto, os aconsejo
que leáis los comentarios (en inglés) del enlace. Podréis ver la disparidad de
opiniones que surgen al contemplar las imágenes, y cómo diferentes personas reaccionan
proyectando su forma de ver el mundo. Cuestiones de género, estilo de vida,
diferencias económicas o culturales salen a la luz.
En cuanto a las
diferencias económicas y el número de juguetes de cada niño, pienso que
realmente no tiene apenas importancia. Los niños pueden crear mundos enteros solo con su imaginación.
¿Te acuerdas de cuando lo
hacías tú?
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